-Por Charly Longarini- @Charlylonga
Cada vez que pienso en Francisco, el artista antes llamado Jorge Bergoglio, pienso en el momento en que supimos que se convertía en el nuevo Papa. La sorpresa fue grande y de alguna manera ese orgullo que a veces nos da ser argentinos se estacionó en el pecho.
Habitualmente nos llenamos la boca de Maradonas, Messis y Borges pero cada uno de esos estandartes fueron erigidos con el tiempo, con el gradualismo que da la consagración deportiva o artística. En el caso del designio de un nuevo santo pontífice, todos alrededor del mundo, supimos al mismo tiempo que el nuevo Papa era argentino. Esa sorpresa y esa rara alegría hizo olvidarme que detrás de esa noticia estaba Bergoglio, a quien nunca pude querer gracias a algunas declaraciones que tuvo antes de su papado, cuando ejercía el cargo de obispo.
A partir de aquel 13 de marzo de 2013, ante el anuncio mundial de su nuevo rol como titular del Vaticano, será recordado como esos pocos episodios no trágicos de la Historia Argeintina en que uno recuerda que estaba haciendo al momento de saber la noticia.
Con los años, en parte, me fui reconciliando con el Papa pero no tanto con Bergoglio. De alguna manera hice un desdoblamiento forzado y los consideraba dos personas distintas. Reconozco que sumó puntos cuando tuvo que recibir a Macri de mala gana y cuando recibió a Cristina con los brazos abiertos. Sus declaraciones sobre la Argentina, sobre todo cuando enarbolaba la bandera de la Justicia Social, durante los últimos años me cayeron mucho mejor, porque lo sentía mas maduro y conciliador. Quizás no es que haya cambiado él, en una de esas el que cambió fui yo.
No puedo opinar mucho acerca sobre su rol como jefe de estado del Vaticano y jefe espiritual de la iglesia católica, porque cualquier mención que yo haga al respecto, estará bañada de argentinidad y eso me impide ser objetivo, porque si hay algo que nos caracteriza a los nacidos en estas geografías, en materia de fe, es no comulgar con la tibieza.
Cada vez que me enteraba de alguna noticia sobre él, cada vez que sabía de algo que decía o hacía, me daba cierto orgullo. Es al día de hoy que me cuesta creer en la posibilidad de un Papa argentino.
Hoy será otro día en que uno recuerde que estaba haciendo cuando se enteró.
Esto de un Papa argentino, peronista e hincha de San Lorenzo siempre me pareció que estábamos viviendo un cuento de Fontanarrosa.
Bueno, como todo cuento, en algún momento llega a su fin.
