-Por Charly Longarini
El Código Darín I
En 1999, mientras estudiaba cine, el profesor de guión nos sugirió a los estudiantes que fuéramos a ver la película El mismo amor, la misma lluvia de un tal Campanella. Para ser justos, el «tal» de la oración anterior corre por mi cuenta, ya que nunca había escuchado hablar de ese director. Así que ni bien pude, me lancé a ver la película en el Cine Cosmos, días antes que la sacaran de cartelera. Y me encontré con una de mis películas argentinas favoritas de todos los tiempos.
“-Tenés algo de Cortázar.
-Si, un poster.”
Ese chiste, además de efectivo, describe de alguna manera la personalidad de Jorge Pellegrini. Jorge (Ricardo Darin) es un joven escritor que tuvo algún momento de reconocimiento y después de eso se relajó escribiendo cuentos para una revista. Pero en el fondo cree que realmente “tiene algo de Cortázar”. Su personaje es gracioso, seductor, chanta y frágil. Jorge Pellegrini va por la vida rompiendo todo lo que toca, como lo dice hacia el final, pero al mismo tiempo busca su propia redención. Le falla a un amigo y al hijo de éste, traiciona al amor de su vida, se traiciona a si mismo al no aminarse a escribir más allá de los cuentos, no defiende a sus amigos por miedo y con algunos cambios sustanciales decepciona a quienes lo admiraron desde siempre. Queremos al personaje hasta que en un momento hace algo que merece nuestra condena, entonces le soltamos la mano. Solo Darin puede lograr que después de ese suceso, a los pocos minutos volvamos a querer que le vaya bien. Es muy difícil generar eso, es decir, recuperar la empatía del espectador tan pronto.

Conoce a Laura (Soledad Villamil) que es una aspirante a actriz, pero trabaja de camarera. Y es acá donde arranca la historia de amor entre ambos que atravesará la Historia Argentina reciente entre los años pre dictadura hasta los noventa. El contexto y el elenco de personajes secundarios, que tienen sus pequeñas subtramas a lo largo de la película, van contando la historia entre Jorge y Laura.
Soledad Villamil transmite una sensibilidad en sus gestos que la envuelven de ternura y de determinación. Es luminosa, inocente, intuitiva, de esos personajes en los que uno sigue enamorado de por vida.

El trabajo que hacen ambos, de alguna manera, pareciera dialogar con sus propias interpretaciones en El secreto de sus ojos. Podría decirse, jugando apenas un poco, que Jorge y Laura podrían ser los jóvenes Benjamín e Irene de El secreto de sus ojos. La conexión entre ambos es sincera y veraz, atraviesa la pantalla.
Ulises Dumont y Alfonzo de Grazia, dos enormes maestros de la actuación, dejan su huella en la película. El siempre genial Eduardo Blanco, Graciela Tenembaum, Mariana Richaudeau, Magela Zanotta, Alicia Zanca y un jovencísimo Rodrigo de la Serna componen la paleta de personajes secundarios que acompañan a los protagonistas.
Darin ya empieza a ser Darin en este film, que es la inmediatamente anterior a su consagración, es decir, Nueve reinas (Fabián Bielinsky, 2000). El código Darin toma conciencia de si mismo y el registro actoral que desarrolla acá en más empieza a ser descomunal. Sigue escalando la calidad en sus interpretaciones hasta llegar a la cima, años después, con El Aura (Fabián Bielinsky, 2005). Todo lo que viene después es tan maravilloso que terminamos por naturalizar su enorme talento compositivo. Se aleja del rol de galancito divertido de la televisión para conquistar definitivamente la pantalla grande.
La película goza de una narrativa pensada especialmente desde la puesta de cámara, y del guion por momentos demasiado presente. Hay un plano, que está resuelto con un travelling en donde la cámara se acerca lentamente a Darin, en donde vemos que su personaje acaba de recibir un llamado. Su expresión, que va de la alegría a la sorpresa, y luego del impacto y a la tristeza, sin corte alguno, no se puede creer. El actor despliega los matices con una naturalidad pasmosa, casi como si el cine fuera su hábitat natural.
Para mi esta es la mejor película de Juan José Campanella. Si bien en algunos trazos peca de cierta didáctica innecesaria, la película pareciera que dura mucho menos de sus 116 minutos. Y es de esas que se deben ver cada año y a las que siempre se le encuentra algo nuevo.

Charly Longarini
Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Profesorado Universitario de Letras. Universidad Nacional de Hurlingham. Columnista en Viaje al Fin de la Noche. Fm WEN. 93.9. Cinéfilo.