Saltar al contenido

EL «ALETI» Y LA COSTUMBRE ARGENTINA

11 mayo, 2022

El último fin de semana hubo discusión en España. El lector futbolero seguramente habrá escuchado o leído sobre el asunto, pero lo explicamos porque quizás haya algunas puntas interesantes para reflexionar. El Atlético de Madrid recibía en su estadio a su rival de la ciudad, el Real, que además se había consagrado en La Liga el domingo anterior. La tradición en ese país manda la realización de lo que llaman “pasillo”, que no es otra cosa que la formación en doble fila, antes del partido, de los futbolistas que enfrentan al equipo que se consagró campeón a manera de homenaje. El “Aleti” se negó a cumplir con el mandato no escrito. Su entrenador, el argentino Diego Simeone, hizo propia la decisión y declaró con aspereza y torpe chovinismo que “en Argentina no se acostumbra”.

Unos días antes un querido amigo y conspicuo miembro de Entre Nos me contaba la sensación que había tenido viendo a su querido club de fútbol, un tradicional equipo del conurbano bonaerense. No hablaba tanto de lo que venía del campo de juego hacia las tribunas, sino más bien al revés. De las urgencias absurdas, de los reclamos tontos y de la evidente transferencia de frustraciones que viaja desde las gradas hacia la cancha. Traducimos: el hincha, a través de sus gritos, pareciera exigirle a sus futbolistas, al entrenador y a los dirigentes que ganen los partidos, que lo hagan jugando maravillosamente, que pierdan la dentadura y un ojo yendo a trabar con la cabeza y que ya que están se hagan cargo de pagar la última cuota de ABL que vino con aumento… Sí, claro, se trata de una exageración. Pero bien podría no serlo tanto sí se pudiera desbrozar el origen de aquellas frustraciones. Algo que se replica en cada uno de los estadios de la Argentina, de todas las divisiones. Desde este rincón nos permitimos sospechar que, con los matices propios de cada geografía y cada realidad, es algo que se repite en cualquier cancha del Mundo.

Nada nuevo, dirá el lector y la lectora. Cierto. Pero cada tanto es interesante volver sobre la cuestión.

¿Los simpatizantes que no pueden comprender que no ganar no implica fracasar no son, quizás, el mejor producto que el brutal capitalismo de esta hora necesita: un insatisfecho permanente?

DIEGO JOY

¿Cómo se relacionan el no-pasillo del Atlético de Madrid y la excitación permanente del hincha? Quizás podríamos pensar si no se trata de un paso más en el aparentemente irreversible corrimiento de lo que debería ser el centro de la escena hacia la difusa periferia. ¿Por qué el hincha transmite la frustración de su vida cotidiana hacia el campo de juego? Porqué se ha instalado que eso es válido. Que el espectador es protagonista. Qué el fútbol ES gracias a los hinchas. ¿Por qué el Real Madrid no fue saludado por su título? Porque al hincha del Aleti no le iba a gustar. Porque se ha instalado que felicitar al rival es disminuirse, es indigno. Porque perder es fracasar, es ser inferior, es frustrarse. Dos caras, pareciera, del mismo fenómeno. El corrimiento del centro de la escena hacia la periferia. Lo de afuera importa más que lo de adentro.

Quizás sea conveniente pedir disculpas de antemano por las preguntas que siguen, porque pueden aparecer como grandilocuentes. Pero tal vez sirva como punta para pensar: ¿Ese corrimiento no es acaso una permanente fábrica de frustrados? ¿Los hinchas que le exigen a los futbolistas que les provean de una felicidad que en realidad no está ni nunca estuvo en el menú y los simpatizantes que no pueden comprender que no ganar no implica fracasar no son, quizás, el mejor producto que el brutal capitalismo de esta hora necesita: un insatisfecho permanente? ¿No están colaborando los verdaderos protagonistas en este mecanismo cuando dicen estupideces del calibre de “el hincha paga su entrada y tiene derecho a insultar” o “el segundo es el primero de los fracasados”?

A diferencia de la lucha política, donde el pueblo es, o debería ser, el único sujeto de verdadera relevancia, el fútbol es una actividad lúdica, un juego, con muchos seguidores. Pero sigue siendo un juego donde hay unos que juegan y otros que miran. Los que miramos, nos sentimos más o menos identificados con unos colores por muchísimas razones, todas atendibles y hasta definitorias. Pero no somos protagonistas del juego. Podemos serlo de los destinos políticos y sociales de nuestro club. Pero no del juego. Ganar o perder, tener más o menos hinchas, más o menos socios, no debería cambiarle a nadie lo que siente por un pedazo de su identidad como es el club.

Ganar y perder son contingencias posibles, nada más. Imagino un fútbol donde abunden los pasillos. Sería un fútbol mejor y haría un mundo algo más amable.

Por lo demás, los futboleros nunca deberíamos olvidar lo que un futbolista inteligente y corajudo marcó a fuego para todos los tiempos:

Con el gesto de tomar la pelota del fondo de la red de su propio arco y caminar lento hacia el centro de la cancha les dio la seguridad a sus compañeros de que darían vuelta el resultado por más que fueran visitantes de doscientos mil brasileños que vociferaban en el Maracaná. Entonces Obdulio Varela dijo, con tanta firmeza que ni siquiera necesitó levantar la voz por mucho griterío que hubiera, “los de afuera son de palo”.

Diego-joy

Diego Joy.  Comentarista de Fútbol. Acertado lector de historia, y filosofía. Hincha de Independiente, y del buen juego.