«Los jóvenes tenemos la posta porque siempre fuimos los que llevamos las banderas. Somos el pueblo. “
La cita quizás no sea textual, puesto que está hecha de memoria, pero se ajusta con precisión a lo que expresó la representante del Centro de Estudiantes de uno de los colegios secundarios en lucha en estos días en la Ciudad de Buenos Aires.
Estas líneas no pretenden entrar en disquisiciones sobre la posición de los alumnos y la reacción de buena parte de la sociedad porteña. Por falta de bagaje teórico y por la intención de quedarse en el contenido emocional que también interesa –y mucho- en la mirada política.
Hecha esa salvedad, aparece –potente- una pregunta (o varias, que en realidad son la misma): ¿qué pasa con una enorme porción de argentinos de mediana edad que se horrorizan ante la firmeza y convicción de lxs pibxs en lucha?
¿Qué les sucede que se ofenden por el uso de una “x” en un texto o una “e” en un discurso sin percibir que quedándose allí desplazan la discusión hacia una lateralidad irrelevante en este contexto? (en este contexto, en otro la cuestión de la inclusión desde el lenguaje es interesantísima, pero claramente la discusión es otra). ¿Por qué una importante cantidad de quienes fueron parte de la lucha por la educación pública en los 90, tomaron escuelas en 2001 o 2002 y crearon las Asambleas Barriales hoy le dan la espalda a tanto piberío que tiene, seguramente, la edad de sus propios hijos?
Cómo quedó dicho, no es la intención de esta nota hacer análisis psicológico o social. Pero sí buscar una punta que nos acerque a desentrañar el misterio del envejecimiento -no en términos etarios sino políticos, toda vez que esa gente ha virado a lo largo de los años hacia un conservadurismo decrépito- experimentado por tanto opinador de micrófono o teclado.
Podría decirse que eso ocurrió siempre. Seguramente sea cierto. Aunque es difícil encontrar otras generaciones que hayan tenido un hito tan potente como fue el 2001/2002 argentino, tan útil para comprender que la historia de los pueblos la hacen los jóvenes y sus banderas. Esto dicho, también, en términos políticos y no etarios. Son las ideas nuevas y renovadas las que hacen camino y las ideas viejas las que construyen muros.
En caso de duda, miremos a lxs pibxs y a lxs jóvenes de corazón y cabeza. Acompañemos, vivamos su emoción como propia. Cuidémoslos. Llevemos sus banderas, seamos el pueblo.
Diego Joy. Comentarista de Fútbol. Canal Web La Patria Futbolera. https://bit.ly/3RAwT5y Buen lector de historia, y filosofía. Hincha de Independiente.