-Por Charly Longarini
Hacia Viernes Salvajes
Cuando llegó Pulp Fiction a los cines argentinos, lo hizo con el rumor de que se venía algo grande, era la película que había que ver. Es decir, venía con hype antes de la era del hype. Fuimos varios, muchos quienes corrimos al cine a ver de que se trataba la cosa. Reservoir dogs ya había dejado una sensación de frescura en el cine que se venia de la mano de un joven director proveniente de Knoxville, Tennessee.
El impacto fue total. Hubo que comprarse la banda de sonido y el libro que traía el guion de la película con escenas eliminadas, para poder continuar, de alguna manera módica, la experiencia dentro de aquel universo del bajo mundo de Los Ángeles. Lástima que no hay registros de videos de gente saliendo de las salas por aquella época, yo recuerdo que se respiraba cierto éxtasis en las masas de público que abandonaban los cines. Voló tantas cabezas que atravesó todas las capas de cinéfilos. En la escuela de cine a la que acudí siete años mas tarde, nadie, ni el mas snob de mis compañeros, podía negar la potencia de Pulp Fiction. Era indudable que muchos habíamos llegado hasta ahí, a estudiar cine, en gran parte a Quentin Tarantino y esa película. Y de esta manera, podría asegurar, que la pelicula empujó a una generación de jóvenes cineastas a agarrar una cámara y contar historias.
Unos años después de estudiar cine, por propio placer, intenté analizarla en rigor. Con los pocos conocimientos técnicos que había adquirido, me había arrojado a la tenaz tarea de escribir un texto sobre la película y su impacto en mi vida. La verdadera intención encubierta era escribir un posible libro, a medio camino entre lo autobiográfico y el análisis cinematográfico.
Pulp Fiction es la película imposible. Porque cada vez que me senté todos estos años a verla en VHS primero, en DVD después, descargarla años más tarde y en Netflix en la actualidad, me perdí en su laberinto de diálogos filosos y personajes cancheros. La película termina con John Travolta y Samuel Jackson saliendo del dinner, vestidos de skaters y cada vez que miré el anotador a mi lado, sólo tenía algunos pocos apuntes. No había podido anotar demasiado porque me costaba salir de la experiencia inmersiva que provoca la película.
Algunas ideas sueltas por las que quería ir en aquella aventura era en tratar de responder o de buscar posibles respuestas a algunas cuestiones que eran secundarias como por ejemplo el origen de la venda en la nuca de Marsellus Wallace, Winston Wolf está en un coctel a primera hora de la mañana, el contenido luminoso del maletín de Marsellus, las balas que no le dieron a Vincent y Jules, lo sucedido entre Marsellus y Tony Rocky Horror, la sobredosis de Mia y sus consecuencias, la identidad del sujeto que Maynard y Zed tenían encerrado en una caja, la katana que elije Butch al momento de volver a salvar a Marsellus podría ser una Hatori Hanzo como las de Kill Bill, el piloto en el que participó Mia Wallace es un germen de las asesinas de Bill.
No sé dónde estará ese documento de Word que intentaba ser un libro sobre Pulp Fiction, pero lo único que recuerdo es que iba a empezar más o menos así:
“El año pasado quise desayunar una hamburguesa a las 9:30 y no tuve suerte. Pasa que en las franquicias la cocina se habilita a las 11. Y me pregunté: ¿soy el único descerebrado al que se le ocurre comer eso a tan temprana hora? Seguramente no. Y como respuesta a eso recordé una escena de Pulp Fiction en la que John Travolta y Samuel Jackson caen a las 7:25 am en la casa de unos tipos a buscar un maletín, y ahí hay un chabón que está desayunando una hamburguesa con Sprite. (Dicho sea de paso, tomé esta gaseosa durante años gracias a esa escena). El tipo, se está morfando una de Big Kahuna Burger, una ficcional hamburguesería hawaiana. Y el personaje interpretado por Samuel Jackson, le pide su hamburguesa, se la come y le toma la Sprite en la cara, antes de matarlo. El tipo ya estaba muerto desde el momento que perdió su desayuno. Y más teniendo en cuenta lo complicado que es comerse una hamburguesa a esa hora…”

Charly Longarini
Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Profesorado Universitario de Letras. Universidad Nacional de Hurlingham. Columnista en Viaje al Fin de la Noche. Fm WEN. 93.9. Cinéfilo.